sábado, 23 de noviembre de 2013

Memorias

No se si es tiempo de recordar, o al menos, el tiempo cierto.
Pero mi espíritu, como si de un pájaro joven se tratara, vuela lejos.
Se marcha.
No hay regreso.
Las imágenes se quedaron devoradas por la niebla de la memoria, la imperfección regalada por el olvido.
Ya estoy olvidando los viejos árboles con ramas vencidas hasta el suelo.
También estaba el arroyo, con un hilillo agónico de agua.
Y el mar.
Siempre el mar.
Luces multicolores adornando las barcas que iluminaban la noche de pies y manos negras.
Los erizos salvajes escondidos en las rocas.
Siempre el mar.
Distinto.
Cambia.
Me hace pensar en algo lejano que viene hacia mí.
La esperanza quizás.
La lámpara que reflejaba la carpa de un circo en el techo de mi casa.
Había grandes elefantes de oro, monos saltando.
No se si es tiempo. Es pronto.
Pero ya recuerdo el olor hambriento del mar.
La cal blanca de la casa, como una rodaja de pan, a mis pies.
Mi memoria así, me lleva al tiempo de la infancia rota.
El niño muerto.
El niño que se escondía del miedo.
La foto del niño que se oscurece en la memoria.

2 comentarios:

  1. Qué bien has contado esos recuerdos de infancia. Me ha encantado el poema. Un abrazo.

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  2. gracias Ramón por dejarte ver por mi blog, me alegra que te haya gustado. No estaba muy segura con la forma. Un saludo.

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