Escribir sería una buena forma
de viajar lejos de la cárcel de piel y carne.
En su lugar hablo a solas,
saludo a las flores,
charlo con el canario.
Pero hablo a solas
porque no caben más palabras
en mi pensamiento.
Golpeo la cabeza y
veo caer una o dos letras,
arrugadas o estúpidas,
llenas de impaciencia y dolor.
No me preocupa que las pisen
o las usen para quemar la noche
en playas de San Juan.
Hablo a solas porque
también quiero ser poeta
y escupo hormigas negras,
vomito grafías que también
hablan solas,
buscando una razón de estar,
un buen motivo para seguir vivo.
No renuncia.
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