lunes, 16 de septiembre de 2013

El pasajero

No sé cómo amanece casi nunca,
da miedo el tiempo,
le busco las curvas y el color exacto de los cabellos.
Desde aquí espero, tras la cortina,
que el sol se asome sobre los cables.
Un autobús se detiene por las calles
del amanecer
con el último pasajero, apenas un insecto
por el pasillo abombado de las prisas.
La ciudad se alarga, mastica
con su lengua partida
lo vivido en el amanecer.
El pasajero, con su bolsa de silencios,
se mima las rodillas
por las que escalan sus ojos secos.
No veo cómo muere la noche
casi nunca,
sin embargo hoy espero su agonía
dentro de este este autobús
que atraviesa sin aliento
el amanecer.

3 comentarios:

  1. Qué buen poema, Margarita. Se siente el peso de la soledad. Un gusto pasar por aquí. Abrazos.

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  2. Gracias Ramón, aunque no te conozco personalmente creo que tenemos ideas comunes acerca de la poesía.

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  3. La soledad, el ocaso, la ciudad silenciosa (más soledad), el otro, sobre todo si es un solo otro..., y mucho más que puede descubrirse, en cada nueva lectura, en tu poema. Me ha comunicado, y si pudiera, me lo llevaría a mi blog, pero solo si pudiera...

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