que un día
escribí palabras hermosas para ti,
para la vida;
que un día
decidió que tu y yo compartiéramos tanto.
Pero, sumergidos en las aguas de la rutina,
bebiendo ese café oscuro diario
olvidamos lo que somos, lo que fuimos
incluso lo que tanto deseamos.
Un día miramos hacia el cielo
y vimos una estrella fugaz,
nos perdimos bajo la lluvia
de nuestras risas,
lloramos la soledad.
Un día nos abrazamos fuerte
cuando soplaban confusos vientos
y acechaba la muerte tras la ventana.
Cuánto me gustaría recordar
los susurros más cálidos
que jamás dijo el aire de tu boca,
ese aire que ahora
llora la memoria.
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