Nunca
me olvidaré de tus ojos, fijos en el cielo estrellado. Dos pozos de silencio,
dos planetas implorando: “Dime al menos que te gustan mis zapatos, mi pelo o
mis manos.”
Solíamos
sentarnos frente al televisor, con el teléfono en la mano o el ipad conectado,
pendientes de internet pero también bebíamos el café amargo de nuestras
soledades, mendigábamos un poco de piel.
Después
estábamos en el ascensor y cuando iba a decir algo, me ignoraste. Luego tu
dijiste algo, pero no me di cuenta.
Así
fue. Nos necesitábamos, pero no estábamos.
Decidí salir del edificio y de nuestra vida.
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