¿Quién sabe?
Quizás si consigo empujar la tarde como si fuera un mueble molesto, consigo que abril llegue pronto y, con él, las cigüeñas cálidas que amontonan objetos sobre las altas torres de las iglesias a las que ya casi nadie va.
Quizás el cura, o el alcalde decidan entonces derrumbar los nidos o moverlos a otra parte para que, entonces, no dañen el delicado tejado de tan antiguo edificio.
Quizás así, los feligreses vuelvan a los bancos a hincar sus rodillas reumáticas para saber, con el dolor, lo que Jesús sintió en la cruz, y las cigüeñas, aturdidas, se enreden con los cables de telefonía y alta tensión, tan necesarios para la modernización de la población.
Sin tecnología, no somos nada, pero sin cigüeñas no llegará abril a cubrir mis brazos con su abrigo de flores y fragancias.