Tenaz, insistes en decirme que ya no soy joven,
pero que no envejezca.
Tenaz, persistes en señalarme el calendario que conservas
en tu corazón envilecido.
Muestras, sin titubeos, los meses, los días borrados,
esos que ahora son sólo un número.
Me repites constante cómo podía haber sido
lo que no ha sido,
lo que no tiene remedio.
Ayer fue principios de siglo,
hoy amanece tarde ese sol de invierno que anuncia
lo que somos
hojas que lleva el viento.
Ligeros y caducos.