Camino por la avenida que besa el mar
con la pasión del primer amor y, sin embargo,
han envejecido juntas
puestos de flores y gaviotas.
Los árboles siguen ahí,
milagro de la paciencia, con sus robustos brazos
alargados hacia los edificios que me contemplan.
Tú también estuviste aquí, conmigo,
caminabas sin mirar atrás
envuelta una capa de historias y desafíos.
Tú me llevabas, luego yo,
con mis pies aún pequeños, vagaba
entre los barriles preñados de risas y estrellas
persiguiendo ratones que merendaban vino dulce.
Tú mientras, te envolvías en noche.
Y cuando llovía, solía correr debajo de tu falda
al ritmo de tus piernas largas.
La calle mojada, resbaladiza, reflejo de miradas,
de gente.
Anduve por esta avenida entonces
igual que ahora, adivinando las olas,
esta avenida que también me observa
desde un rincón de mi memoria
de pasos torpes,
de bombillas amarillas,
de aquella ventana donde un bebé reía
los cuentos que los hombres, alegres,
le contaban.
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