Mi cabeza se hunde en el agua
de tus lágrimas y nada en ellas.
Siento placer en la sal que moja
mi cuerpo, en el azul de la luna.
Escucho el eco de las burbujas
que arrastran mis manos y
abandonan mis pulmones.
Veo las líneas rotas por el tiempo
y cuento las grietas que han dejado
las tardes de aquellos jóvenes alegres.
Toco con mis dedos blandos las ondas
que provocaron tus piedras infantiles
de niño furioso ante el mar solitario.
Mi cabeza se hunde en la tormenta
los erizos sales de su escondite y
miro al horizonte de colores.
El mundo se ha dado la vuelta,
todo está al revés o quizás
es mi cabeza que va a la deriva
del cangrejo, sin entender.