Hace ya algún tiempo que no me miro
al espejo. La carrera de la vida,
el duende de lo cotidiano,
el río de aguas rápidas
aceleran las mañanas cuando,
aún en la oscuridad,
busco el disfraz.
Pero hoy, he decidido respirar hondo
y hurgar
en esas nuevas arrugas,
en las canas que, desde hace algún tiempo,
asoman detrás de las orejas cansadas.
Hoy, he pensado que voy a intentar
ser aquella joven de ojos agrandados
por la sorpresa de las constantes flores.
Hoy quiero mirar a ese espejo del baño
y abrir el alma que se agazapa
detrás de la luz apagada.
Tal vez es locura.
Insensatez.
Quizás es una muerte rápida.